Nicole Publicado el 23 de Marzo Compartir Publicado el 23 de Marzo El pontífice apareció en el balcón del hospital para bendecir a la multitud y pudo decir algunas palabras se lo vio muy frágil y con dificultades para respira Roma. El papa Francisco, hospitalizado desde el 14 de febrero por una neumonía bilateral, fue dado de alta este domingo y regresó finalmente a Santa Marta, su residencia en el Vaticano donde iniciará una convalecencia de “al menos dos meses”, según le prescribieron sus médicos. Antes de abandonar el hospital Gemelli, donde estuvo 38 días, tal como se había anunciado el Papa, de 88 años, se asomó a un balconcito del segundo piso del policlínico para bendecir a la multitud, unas mil personas, entre las cuales muchos periodistas de todo el mundo. Entonces, en lo que fue su primera aparición pública después de más de cinco semanas llenas de angustia, incertidumbre, noticias falsas y especulaciones de todo tipo, comenzaron vivas y aplausos para “Francesco”. El Papa apareció sentado en su silla de ruedas, con el rostro menos hinchado que cuando ingresó, con ojeras que hablan de una internación dura, quizás más delgado y muy frágil. Aunque se sabía que no iba a hablar porque le cuesta después de semanas de mascarilla y cánulas de oxigenación de altos flujos, en un momento de los menos de dos minutos de aparición le pidió a un colaborador que le acercara un micrófono. “Gracias a todos”, dijo, con voz muy débil, casi difícil de comprender. Además, le agradeció a alguien que le llevó flores amarillas: “veo una señora con flores amarillas, brava”, añadió, esforzándose. La señora fue identificada luego por Vatican News como Carmela Mancuso, una mujer de 72 años a quien el Papa reconocío porque suele seguirlo a todos lados, también en las audiencias generales. En la muy breve aparición el Papa también levantó el pulgar como para decir que “todo bien”, un gesto que hace habitualmente, evidentemente contento de haber sobrevivido a esta difícil prueba, por ese reencuentro con la gente y la tan soñada alta médica. Saludó y bendijo levantando muy poco las manos de su regazo: podía notarse al final que tenía dificultades para respirar. Fue entonces cuando retiraron velozmente la silla de ruedas del Papa, en medio de los aplauosos y gritos de la multitud. Unos diez minutos más tarde, en su Fiat 500 blanco, abandonó el hospital, esta vez con cánulas nasales de oxigenación puestas -una novedad a la que el mundo deberá acostumbrarse-, sonriente, pero con aspecto cansado y siempre saludando con la mano. Antes de llegar a su casa de Santa Marta, en el Vaticano, en un clásico de su pontificado Jorge Bergoglio pasó por la Basílica de Santa María la Mayor, donde se encuentra un ícono de la Virgen Salus Populi Romani del que es devoto, al que suele ir a rezarle antes y después de cada viaje internacional. Fiel reflejo de que ya está obedeciéndole a los médicos, en lugar de hacer el esfuerzo de salir del auto y desplazarse hasta allí, el Papa se quedó en el auto. Y le entregó al cardenal lituano Rolandas Makrickas, archipreste de la Basílica, unas flores para poner frente a “su” Virgen. El Papa ya hizo saber que quiere ser enterrado en Santa María la Mayor. Luego siguió camino hasta su hogar de Santa Marta, donde llegó minutos antes de las 13 locales. Allí, fue recibido por el cardenal italiano Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, de 91 años. Se descuenta que el personal de esta residencia para eclesiásticos del Vaticano donde Francisco vive desde hace 13 años, junto a guardias suizos y algunas monjas que atienden la cocina, le habrán dado una gran bienvenida. Antes hubo mucha emoción en el Gemelli. A las 11 de la mañana de un día de sol y nubes, fresco, reinaba un clima de enorme expectativa afuera del policlínico. Con los reflectores de todo el mundo apuntados al balconcito del segundo piso, identificable porque habían colocado una tarima blanca, centenares de personas, enfermos en silla de ruedas, familias enteras y periodistas, esperaban con ansiedad la reaparición de Francisco. Después de 38 días de internación, en la que dos veces estuvo en peligro de muerte, esta ocurrió a las 12 locales (las 8 de la Argentina), después de que el Papa pasara brevemente a saludar y a agradecer a los máximos directivos del Gemelli, hospital que muchos creen que le salvó la vida. “¡Papa Francesco! ¡Papa Francesco!”, coreaba la gente durante la espera. Algunas monjas, acompañadas por fieles, rezaban el rosario, todos sentados alrededor de la enorme estatua de san Juan Pablo II que hay en la entrada del hospital, que se volvió una especie de altar en donde dejar velas, cartas, posters, globos y buenos augurios al papa Francisco. Incluso llegó para la ocasión el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri. 1 Citar Enlace al comentario Compartir en otros sitios Mas opciones de compartir...
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